Es continuo el debate en varios países europeos sobre la ilegalización de algunos partidos políticos. La solución no pasa por la supresión de un partido o una idea de tintes fascistas, sino por evitar que la ultraderecha siga latente en instituciones gubernamentales. Se puede decir que hay una cierta normalización con algunos pensamientos, expresiones y actuaciones de extrema derecha. Por ejemplo, escuchar a Duràn i Lleida referirse los musulmanes como "Mohammeds", puede acarrear peores consecuencias, incluso, que si un ultraderechista reconocido como Josep Anglada formara parte de algún gobierno. La repercusión mediática que tiene lo que dijo el político de CiU no puede pasar inadvertida, y menos aún que adquiera esa normalización mencionada.
La abolición de estos partidos, símbolos e ideas sí que podría llegar a ser un fin que justifique algunos medios, pero no puede servir como atenuante de la grave situación en la que nos vemos inmersos. Sería peligroso que se ilegalizara PxC o España 2000 y que las palabras de Duràn quedaran en una simple anécdota. Esta tesitura actual, aunque suene algo exagerado, tiene varias similitudes con el momento de entre guerras del siglo XX. Los ultrancionalismos estaban y están en auge y los mensajes de defender "lo nuestro" eran y son usados en casi toda Europa de forma natural. Si todo ello se combina con las crisis ecónomicas de cada momento, nos puede hacer temer lo peor.
Si analizamos algunos casos, podemos entrever esa normalización de términos o acciones ultraderechistas. El del político catalán no es sino uno más de ellos, no obstante, resulta recurrente adentrarnos en el escenario alemán; si echamos la vista un mes atrás, vemos un controvertido caso en el país germano, donde se descubrió que un infiltrado de los servicios secretos alemanes en los grupos de extrema derecha había cometido i/u organizado varios delitos. Lo cual nos hace pensar si era un infiltrado del gobierno en los nazis, o un nazi infiltrado en el gobierno. Es fácil y lógico pensar que quede alguna reminiscencia del pasado nazi, aunque sólo sea por la magnitud del nazismo en aquel momento. Pero de ahí, a que la ultraderecha esté dentro del gobierno, hay un trecho. Ese es el verdadero peligro. Cabe destacar un par de casos del nazismo de los años 30: Cuando Hitler introdujo barcos "comerciales" en Holanda y al final resultaron ser armamento bélico o cuando el Führer firmó el acuerdo de Munich (por el cual fue nombrado hombre del año de la revista TIME) y el presidente inglés Chamberlein expresó:"Esta es la paz de nuestro tiempo". Sin embargo, los posteriores avatares devinieron unos acontecimientos que poco tuvieron que ver con la paz. Puede ser fácil descalificar a un cabeza rapada como tal, pero no a alguien que actúe desde dentro de un país o institución.
Si se pretende una sociedad mejor, debemos saber que uno de los fines ha de ser que estos partidos desaparezcan. Pero sobre todo, hay que tener muy claro, que si algunos actos, declaraciones y pensamientos, continúan presentes en las bases gubernamentales de la sociedad, la ilegalización de algunos partidos no valdrá de nada.
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